Cada vez que se habla de las porristas, o el porrismo, como se llama este deporte, inmediatamente uno se imagina niñas con uniformes bailando y haciendo coreografías.
Pero a muy pocas personas se les pasa por la cabeza lo duro que es practicar esta disciplina. Además de tener ciertos dones naturales como el sentido del ritmo, la coordinación y la flexibilidad, las porristas son, ante todo, esclavas de la perfección.